viernes, 7 de enero de 2011

HINA Y RIN (Lo repito porque me gustó)



HINA Y RIN




Fue en Segovia, hace mucho tiempo,
frente al acueducto romano.
Yo estaba estudiando.
Tendría unos veinte años y esperaba al autobús.
Como tardaba, encendí un cigarro.






La una y cuarto del medio día,

el sol cayendo de plano
y como una bandada de gurriatos revoleando,
una excursión de japoneses me rodeó.
Y de entre las personas que formaban el grupo,
una pareja de japonesitas
con caritas de muñequitas
y sonrisas medio pícaras,

se acercaron a mí.






Aligató, me dijeron,

aligató, contexté, sin saber
si era hola o adiós, o vaya usted a saber.
Y miré para otro lado,
haciéndome el despistado,
dando caladas al cigarro que me acababa de encender.
Y empezaron a cuchichear,
a hablar casi en susurros,
pero yo no entendía ni pa pa
.






De pronto, una sacó la cámara de fotos
y,
con gestos,
quería que su amiga se sentara junto a mí.
Disparó, el flash se iluminó,
la chica que estaba a mi lado me miró de reojo
y, casi corriendo, se separó para venirse a sentar la otra.






Ho-la.
Me dijo medio asustada.
Jaja, hola.
¿Tu es-pa-ñól?
Si, señorita.
Torció la boquita y me dijo medio soñando:
Bo-ni-ta ciu-dá.
Si.
¿Có-mo tu nom-bre?
¿Cómo me llamo?
Wa.
Javier.
Las dos se taparon la boca
y agachando la cabeza les pude oír:
Kirei desu
¿Y vosotras?
Hina, la de la sonrisa
y Rin, la valiente parlanchina.






En ese momento se me ocurrió.

Como venía de clase y tenía bolígrafo y papel para escribir,
partí una hoja por la mitad,
firmé con mi nombre y se lo dí,
y después les pedí
que firmaran ellas en el otro trozo para quedármelo yo.
Los tres nos reímos.
Queríamos decirnos cosas,
aunque con gestos no se puede dar mucho de si.






En fin, la excursión debía continuar,

seguir calle Juan Bravo arriba,
hasta la plaza de la catedral,
Plaza Mayor, y comer en algún bar.
Volvieron a saludarme como lo hacen en Japón,
uniendo las manos caminando hacia atrás,
repitiendo "doomo" sin parar.
Doomo, dije yo. "Adiós, HINA y RIN."






Y hoy aquí medio dormido,

oyendo esta canción me vino
al recuerdo aquel momento,
aquellas caras,
aquellas sonrisas de muñecas,
tan bonitas y tan coquetas,
tan chiquitajas, tan alegres, tan valientes y a la vez tan guapas.
Y aunque creo
que en algún libro perdido andarán escondidas sus firmas,
casi puedo recordar la religiosa delicadeza de sus trazos,
de sus rasgos y su humildad.


"Adiós, HINA y RIN."




COMUNERO





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola chaval, preciosa historia y hermosos recuerdos, los recuerdos y memorias buenas o no tan buenas nos siguen toda la vida, quedan dormidas y a veces se despiertan y vuelve uno a revivir esos momentos.
Por diferentes razones, no paso tanto como antes, pero no me olvido de nadie, solo que la vida a veces nos golpea más duro y hay que seguir adelante.
Un abrazo.
Ambar.

luciernaga_poeta dijo...

Inolvidable este relato Comu, cómo el mismo encuentro entre ustedes.
¿cuánto duró? , yo te diría toda la vida, pues marcaron en ese instante un momento que perduraría para siempre en tu historia.
Hay personas a las que les basta rozar nuestra existencia y dejan huellas indelebles.
Hina Y Rin lo hicieron en la tuya.
Bellísimo recuerdo Comu, gracias por traerlo nuevamente.
Un besote
Cecy

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