EN UN MUNDO APARTE

EN UN MUNDO APARTE

Estaba casada,
y para ella,
el mundo era
su marido,
su hijo,
su casa,
la familia que tanto amaba.
El trabajo era secundario.
Las amigas,
los cafés,
las tertulias de los sábados,
un paseo por las tardes,
ir al cine,
o al teatro
y las vacaciones
en verano.
Y de pronto,
de improviso,
por su camino
alguien cruzó.
Un saludo,
una pregunta,
la sonrisa tartamuda
y ese brillo en su mirada
que la dejó cautivada
y no podía dejar de ver.
¿Fue una condena
o un regalo?
¿Fue como cambiar la rutina
o fue el secreto que se esconde camuflado,
guardado
consumiendo su alma
su costumbre, deseando
volverlo a ver,
a encontrarse con él otra vez
y abrazarlo,
y besarlo,
y dejarse llevar
por sus manos,
sus palabras,
imaginando
sus caricias por la espalda?
Lo comprobó.
Lo comprobaron.
Todo estaba premeditado.
Ella lo tenía memorizado
desde antes de conocerle.
Fue el amor que no esperaba.
Una puerta de emergencia,
una salida,
besos dulces,
la saliva,
unos nervios de puntillas
cayendo por un laberinto de cabeza
de sensaciones y de afectos
que la cubrían hasta las cejas
como si la vida no hubiera muerto,
como si se hubiera vuelto a abrir el cielo
y las ventanas dejaran pasar la brisa
del mar, de las montañas,
de un campo verde y fresco
que se llena de margaritas.
¡¡¡En definitiva,
les había tocado LA LOTERÍA!!!
Así se fueron amando
y poco a poco,
confesando
secretos que a nadie dirían,
ni a su marido,
ni a su hijo,
ni a su tan querida familia.
Como amigos,
como amantes,
como...
como unos desconocidos
soñando en un mundo a parte
siguieron viéndose luego.
Él la guiñaba un ojo,
ella le sacaba la lengua.
Él, cara de asombro.
Ella, sonrisa coqueta.
Un parque,
un banco,
unos niños jugando
sin descanso a la pelota
y unos labios entre sombras
mojando sus caras de besos
tan ricos,
tan suaves,
tan lindos,
que no ha habido
ni habrá
una pareja tan ideal,
tan pasional,
y con tanta vitalidad
en toda la faz de la tierra
como aquella.

COMUNERO