martes, 12 de enero de 2010

EL GIGANTE EGOÍSTA (Segunda parte)


EL GIGANTE EGOÍSTA


Nunca solía hablar con nadie,
bueno,
miento,
solo hablaba con los otros gigantes
y eso era de pascuas a ramos
una vez en todo el año
y algunas, ni eso.

Pero desde el día aquél,
el del niño descalzo,
algo en mí cambió mi ser
que ya no soy tan uraño.
Siempre quiero ver
una sonrisa, una mirada, un afecto,
los brazos de otra persona alrededor de mi cuello
eso que nunca tuve y
creí que iba a morir sin conocer.

No sé si les conté,
que derribé la muralla que hice alrededor,
y el cartel aquél que puse, lo rompí.
Los niños volvieron a entrar,
yo me volví gentil
y cuando los árboles les pudieron escuchar
volvieron a resucitar
y las flores a florecer.

Todos los árboles menos uno.
Uno que todavía recuerdo
fue en el que cambié.

¿Qué habrá sido el chiquillo?
Nadie nunca lo volvió a ver.
Ni yo, que soy tan grande,
subiéndome a la montaña más alta
jamás encontrarle pude.

Soy muy viejo,
y estoy cansado.
Por las tardes paseo
y espero a los niños de la escuela
para que vengan a pedirme que les cuente un cuento.
¿Qué habrá sido de aquel chiquillo?
No lo sé.

Una mañana de invierno miró por su ventana. Ya no odiaba al Invierno. Sabía que la Primavera estaba únicamente dormida – las flores descansaban.

De repente vio algo extraño. En una esquina del jardín había un árbol. Estaba cubierto de primorosas flores blanquecinas. De sus ramas colgaba fruta dorada y de plata.

El chiquitín que tanto amaba el Gigante estaba de pie bajo el árbol. El Gigante bajó corriendo las escaleras y salió al jardín. Atravesó el césped y cuando estaba cerca del chico dijo, “¿Quién te ha hecho daño?”

En cada una de las manos del chico había un agujero. Y en cada pie también.

El Gigante miró de arriba abajo al chiquitín y gritó, “¿Quién se ha atrevido a herirte? Dímelo y le atravesaré con mi espada.”

“¡No!” respondió el pequeñajo, “estas son las marcas del Amor.”

“¿Quién eres?” gritó el Gigante, inclinándose delante del crío.

El niño le sonrió al Gigante. Y le dijo, “Tu me dejaste entrar en tu jardín. Hoy vendrás conmigo y jugarás en el mío, allá arriba, en el cielo.”

Los niños entraron corriendo en el jardín aquella tarde. Ellos encontraron al Gigante tendido muerto bajo el árbol, todo él cubierto de blancas flores.



FIN


1 comentario:

luciernaga_poeta dijo...

Que bello Comu, lo que más me maravilla de este cuento es el cambio que se produce en el gigante cuando el niño le enseña el valor del cariño. Hay una canción de Violeta Parra que dice...

"El amor es torbellino de pureza original
hasta el feroz animal susurra su dulce trino,
retiene a los peregrinos, libera a los prisioneros,
el amor con sus esmeros, al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el canino lo vuelve puro y sincero"

Te quiero Comu y me gusta leer tu versión de los cuentos y reflexionar con sus mensajes.
Un besote y mi cariño hasta el cielo.
Cecy

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